¿Y si colaboramos?
¿Y si colaboramos?

Hace cuatro semanas escribí que, además de las comparaciones económicas, la pandemia podía hacer recordar a la Guerra del Pacífico por cómo se comportaron entonces y ahora los políticos: sacando lo peor de sí. Me refería al altercado entre Ejecutivo y Congreso sobre inmunidades y antejuicios para los altos cargos estatales. Esta semana la cosa llegó a mayores cuando el Legislativo negó la confianza al gabinete de Pedro Cateriano alegando motivos que, siendo infundados (“prominero”), podrían haber sido atendibles en otras circunstancias, pero que con pandemia y brutal recesión son un insulto a la buena fe.

Ahora se espera que el “nuevo” gabinete (digo, es un decir) liderado por el Gral. (r) Walter Martos sí reciba la confianza, aunque los ministros de Economía y Educación (contra quienes habría reticencias) se mantienen en sus carteras. Pero tampoco es seguro. ¿Qué tiene que pasar para que los poderes del Estado decidan colaborar en lugar de enfrentarse?

Según Martin Novak, biólogo y matemático de Harvard, somos la especie más colaborativa del planeta. Pero sabemos también por siglos de reflexión filosófica y experimentación económica que el ser humano es también egoísta y competitivo. Por ello, los sistemas de convivencia social suelen ser a la vez colaborativos y competitivos. Los problemas se dan cuando no se entiende en qué momento y medida debe primar lo uno o lo otro: el tráfico en Lima, por ejemplo, funciona como puramente competitivo y nada colaborativo.

El sistema político, al igual como las empresas, no puede funcionar como en tiempos normales. Tendría que ser más colaborativo, porque la enfermedad no está del lado de nadie, sino en contra de todos, como lo estaba hace 140 años el enemigo invasor. Pero los políticos no lo quieren entender. ¿Lo harán los empresarios?

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