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Formalismo y formalidad
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A finales del año 2014 escribí que el empresariado, en lugar de anunciar que estábamos por acceder al Primer Mundo (tema de la CADE ese año), debía discutir a fondo las causas, efectos y posibles soluciones a la informalidad del Perú; y no solo respecto de su causa burocrática e impacto económico, sino más integralmente.
Cuando el gobierno de PPK intentó atacar la tramitología, respondí a quienes vieron en ello una “frivolidad de empresarios” que la legitimidad del Estado reside en servir a los ciudadanos, no en trabar sus iniciativas con kafkianos y absurdos papeleos y denegatorias. Hace poco un reputado economista académico me increpó: “Hemos perdido 20 años discutiendo las tesis de De Soto”.
Por la vulnerabilidad social que viene desnudando la pandemia se vuelve a hablar mucho del tema, siempre en torno a lo económico: “tramitología”, dice la derecha; “los empresarios no quieren ninguna restricción al lucro”, la izquierda.
El gobierno peruano estableció la cuarentena más estricta y extensa del planeta, y el resultado de su aplicación es el peor combo recesión-contagios en el mundo. Resulta obvio que medidas tan drásticas paralizaron el sector formal –el más productivo— y desataron así la recesión, pero fueron ineficaces en el sector informal –el más vulnerable–, desencadenando la incontenible ola de contagios.
Releo lo que escribí hace casi seis años: “Ante la constatación de que nuestros sistemas político y jurídico generan una legalidad costosa e idílica (copiamos nominalmente pretenciosas leyes foráneas), la pregunta es qué en nuestra idiosincrasia nos induce a eso. ¿Por qué nos cuesta tanto establecer mecanismos legales funcionales?”. Aplicado a hoy: ¿por qué se trató como vulnerables a los formales, y como productivos a los informales?
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