Foto: rockandpop)
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Si quieren leer o releer un buen libro lean El Hombre en Busca de Sentido, de Viktor Frankl. Si quieren leer una especie de resumen lean un artículo que se llama There is more to life than being happy, escrito por Emily Esfahani. Está en Internet.

La psicopatología y el sufrimiento tiene muchas causas, y muchos tratamientos, pero creo que hoy más que nunca es la pérdida de sentido la que se encarga de una porción demasiado grande del dolor y del vacío humano. Es imposible resumir en esta columna el aporte tan grande que da esta propuesta, que en mi opinión da respuesta importante al problema de la existencia humana misma. Pero lo que se plantea es que el ser humano es un ser de Sentido, un ser que necesita trascender. Y de manera más aterrizada: un ser que necesita sentirse útil, productivo, que necesita desplegarse, amar, y enfrentar el sufrimiento inevitable de la vida con la actitud adecuada.

Varios autores sostienen que “la gran estafa” del último siglo ha sido hacerle creer al ser humano que la felicidad se encuentra en el dinero, en el consumo, o en tener una vida “happy” -que aquí se traduce en una vida donde las necesidades y deseos son satisfechos con facilidad-. Pero acá la propuesta no es una moralista ni prejuiciosa en contra de esas cosas, la gran estafa no reside en que el dinero, el consumo o la “vida happy” sean malas en sí mismas, sino en no ir más allá, en no darse cuenta que el sentido emana de la búsqueda de algunas cosas más complejas. En lo personal, lo veo como una suerte de integración entre nuestra materialidad y nuestra espiritualidad.

Así de sencillo: desde el punto de vista material si yo tengo 10 y regalo 5, pues me quedan 5, me he “empobrecido”. Desde el punto de vista espiritual funciona al revés, lo que yo dé no me empobrece, me enriquece. Y desde lo psicológico me da bienestar. Somos seres materiales y espirituales a la vez.

El problema entonces de “la vida happy” no es el disfrutar, o de gozar de ciertas comodidades, sino la de volvernos unos “takers” (tomadores) y dejar de ser “givers” (dadores). Esto nos castra existencialmente, nos corta las alas del espíritu, reprime nuestra voluntad primaria de sentido y, por ende, es generador universal de neurosis y depresión.


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