Foto: Britanie Arroyo / @photo.gec
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El 13 de enero se celebró el Día Mundial de la Lucha contra la Depresión. Según la OMS, existen alrededor de 400 millones de personas que la padecen. La depresión es la principal causa de discapacidad en el mundo y contribuye fuertemente a la carga general de morbilidad (esto último quiere decir que la depresión no solo nos afecta en sí misma sino que contribuye a que nos enfermemos de otras cosas si no la controlamos). El COVID-19 no es la excepción. Hemos repetido la importancia de la salud mental para mantener el sistema inmunológico lo más fuerte posible y vencer al COVID de llegar a infectarnos. Actividades como el deporte, el trabajo, alimentación sana, buen descanso, hacerle su “mantenimiento” a las amistades y cultivar relaciones de calidad –relaciones donde haya autenticidad y empatía a la vez– son claves. Hay que tratar de adelgazar si tenemos sobrepeso y “matar dos pájaros de un tiro”. Es importante el contacto con la naturaleza y cultivar nuestra espiritualidad. Ahora bien; las personas que ya han padecido de COVID y lo han sobrevivido, suelen tener secuelas mentales. El Síndrome de Estrés Post Traumático es común, y la depresión también. En estos casos, es clave hacer terapia. Buscar ayuda. La combinación de psicoterapia con psicofarmacología suele ser la mejor opción. No hay que aislarse ni creer que la vulnerabilidad es sinónimo de debilidad. Aprovechemos esta crisis para sacar lo mejor de nosotros. Es innegable que como seres humanos tenemos un lado egoísta, indiferente, frágil y temeroso. La falta de empatía y solidaridad la hemos visto por todos lados, y la toxicidad abunda. Pero también seguimos viendo por todas partes la generosidad del espíritu humano: Personal de salud arriesgando sus vidas para curar a otros, gente que hace donaciones, artistas que extraen belleza del dolor, algunos políticos –aunque sean pocos– que sí trabajan para sacar al país adelante y, sobre todo, los “ciudadanos de a pie” que día a día trabajan como héroes del silencio para contribuir con la sociedad y para sacar a sus familias adelante. Seamos todos como el Sr. Mario Romero Pérez, aquel compatriota que optó por vender oxígeno a un precio justo y accesible. Y así murió. Sacando lo mejor del ser humano…

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