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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

Si uno revisa con detenimiento los resultados de las encuestas a la población y a los empresarios, y las compara con las acciones y declaraciones de los miembros del Ejecutivo, se podría concluir que el gobierno y el país van por cuerdas separadas, no tienen comunicación, están de espaldas. Y esto no es de hoy. Aquí solo unos ejemplos.

Mientras los ministros de este gobierno señalaban que el tema de la inseguridad ciudadana era producto de la percepción o de la histeria de la gente, la delincuencia –en todas sus formas– tomaba las calles, las regiones, las instituciones.

Mientras hace muy poco se nos dijo que los arrebatos en las calles eran lo que más le preocupaba a la gente y que el sicariato solo debería preocuparles a los delincuentes, hoy la gran mayoría de los peruanos viven aterrorizados por la acción de los asesinos a sueldo y las grandes bandas, por las extorsiones, por el crimen organizado, por la corrupción.

Mientras la economía no da todavía señales de recuperación y la desconfianza o la preocupación se instalan en más peruanos que esperan acciones más decididas de parte del gobierno, el Ejecutivo nos dice que lo peor ya pasó, se toma su tiempo, y va entregando paquete por paquete que contienen medidas que van llegando con cierta timidez, retraso, y con una demora notoria y desesperante en la implementación.

Mientras el gobierno dice luchar decididamente contra la corrupción y señala no tener el rabo de paja de sus antecesores, los peruanos empiezan a percibir que este gobierno es igual a los otros, que se protege a Martín Belaunde Lossio, que se evade responder sobre el aporte de los mineros ilegales y el papel de la primera dama y su hermano, y no se sabe enfrentar la corrupción en el país.

Mientras en el país se instala una percepción de desorden, temor y pesimismo, el presidente viaja y viaja por largos periodos y no sabemos con certeza a quién deja el timón del gobierno.