[Opinión] Camila Bozzo: Reminiscencias velasquistas (FOTO: EL COMERCIO)
[Opinión] Camila Bozzo: Reminiscencias velasquistas (FOTO: EL COMERCIO)

Por la fecha elegida para lanzarla (el 3 de octubre se cumplieron 53 años del golpe militar) y por la retórica del presidente y sus voceros, la “segunda reforma agraria” es una reivindicación del velascato. Y como el paso de los años, y el cambio de las narrativas, distorsiona los hechos hasta lo inextricable, no está de más evocar esos siete años de dictadura velasquista.

Velasco no falló en su diagnóstico del país: existía un Perú rural y andino relegado y alejado del otro Perú que sí estaba integrado al mercado y al mundo; existía, además, una profunda brecha cultural y económica atribuible a causas estructurales que había que derruir. El problema es que para ejecutar sus proyectos reformistas no tuvo reparos en demoler las débiles instituciones democráticas y en concentrar el poder a costa de las libertades ciudadanas. La revolución militar, además, tuvo el efecto contrario al deseado y terminó por liquidar la productividad y competitividad del país y, a la postre, trajo más pobreza y ensanchó las brechas.

El gobierno militar concentró el poder legislativo y el judicial (la Corte Suprema fue reemplazada por el Consejo Nacional de Justicia), e instauró un estatuto revolucionario que reemplazó a la Constitución de 1933. La prensa fue confiscada y los partidos políticos proscritos. Fue un dictadura sin ambages que, además, tejió sus propias redes de patronazgo para favorecer a su entorno y que multiplicó la corrupción. La masiva campaña de estatizaciones (mineras, pesqueras, cemento, etc.) destruyó industrias y aumentó el déficit fiscal; y la política de sustitución de importaciones trajo escasez y aumento de precios. La reforma agraria, que era una promesa postergada, trajo efectos adversos: se dio un retroceso técnico y productivo, y un aumento del minifundio (sobre todo en la sierra).

Si tiene un mérito el velasquismo, es haber incluido el indigenismo en sus políticas culturales y haber reconocido el quechua como idioma oficial, pero eso no implica que no llamemos al régimen como lo que fue: una dictadura que empobreció y precarizó al país.

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