Martín Vizcarra, presidente de la República. Foto: ANDINA/Prensa Presidencia
Martín Vizcarra, presidente de la República. Foto: ANDINA/Prensa Presidencia

Nunca un refrán aplicó mejor a una plataforma de gobierno. Desde que el presidente asumió, proclamó que su gobierno sería recordado por una lucha sin cuartel contra la corrupción.

En su primer discurso ante el como presidente de la República (28/7/2018), estableció este propósito como uno de los ejes de su gestión. “Integridad, transparencia y lucha contra la corrupción será el camino que nos llevará a construir el Perú con el que soñaron nuestros padres y abuelos”.

En varios pasajes se comprometía a terminar con la vieja práctica de gobernantes y partidos de usar el Estado para beneficio propio y de sus allegados.

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La ciudadanía está indignada con los favores, los negociados oscuros que benefician a unos pocos y que nos cuestan a todos. Seremos implacables en la lucha contra la corrupción”.

Ese día, el presidente anunció lanzar un “modelo de integridad pública” para el seguimiento a candidatos con procesos penales vinculados a corrupción, tráfico de drogas, terrorismo, y una declaración jurada de intereses para funcionarios que administran recursos del Estado.

Han transcurrido 29 meses de tan pomposos anuncios. Continúan sin castigo ni sentencia los principales responsables de la inmundicia de y del Club de la Construcción.

Contemplamos con estupor la desfachatez y la frescura con que se utiliza al Estado como agencia de empleo y como fuente de lucrativos negocios a paisanos, colegas, asistentes y allegados al entorno presidencial.

Nos apena ver cómo algunas denuncias empañan la imagen de la joven y laboriosa ministra de Economía. ¡Cuidado, que con quien lobos anda...!

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