El gobierno ha decidido secundar al Congreso en su afán por transar con la informalidad a sabiendas de que esta ley prolonga la depredación de ecosistemas, la violencia, la corrupción y la explotación de mujeres y niños. Lo ha hecho, además, a pesar del pedido expreso de la Defensoría del Pueblo para que observe la norma aprobada por el Congreso y a pesar del pronunciamiento en contra del Ministerio del Ambiente.