Los pobrísimos porcentajes de inversión con que ministerios y regiones cerrarán el año no hacen más que darle cruda nitidez y mayor dramatismo a la foto del país, ahora que ya ingresamos a la curva final de 2019. Es decir, lo que se ha ejecutado de los presupuestos transferidos por el gobierno central a estos organismos del Estado, mayormente destinado a “obras” y servicios en beneficio de la población en cada región o sector público, es fiel reflejo de la parálisis en que se encuentra la economía peruana.

Por ejemplo, se ha señalado, no sin razón, que la cartera de mayor presupuesto entre sus pares, debido a la importancia y magnitud de las obras de infraestructura que debe manejar, la de Transportes y Comunicaciones (9,682 millones de soles), a cargo del ahora cuestionado Edmer Trujillo, se ha limitado a gastar el 67.2% de su partida. No solo eso, otros ministerios ni siquiera llegan al 50% de ejecución, como Relaciones Exteriores, Cultura, Economía y Finanzas y, alarmantemente, Salud, que apenas ha usado el 42% del dinero asignado: ¿cuántas postas médicas quedaron a medio hacer?, ¿cuántos hospitales se dejaron de equipar, teniendo recursos para hacerlo?

En el ámbito regional, por su parte, las cifras tampoco mejoran la imagen. Aparte de las zonas afectadas por el fenómeno de El Niño, aparecen regiones cuyo gasto no llega ni a la tercera parte del monto asignado. Y para cuando termine el año, 11 de ellas habrán llegado a usar, con las justas, la mitad de su presupuesto anual.

Es cierto que en los primeros diez meses del año tuvimos un Congreso obstruccionista y abiertamente saboteador –dilación de aprobaciones de nombramientos y presupuestos, blindaje a autoridades corruptas, interpelaciones a ministros– de cualquier iniciativa que pudiese favorecer los planes del gobierno en beneficio de la población. También lo es que entre tanta denuncia y encarcelado por corrupción, los funcionarios se lo piensan no una sino 20 veces antes de firmar desembolsos o dar luz verde a la ejecución de proyectos incluso aprobados con antelación.

Pero debe añadirse, asimismo, una alta dosis de incompetencia entre funcionarios y profesionales llamados a tomar decisiones en la esfera pública. Esperemos que el próximo Congreso ayude a acelerar y mejorar la calidad de presupuestos y gastos que el país no puede postergar ni mucho menos desperdiciar.