Garequizar. (USI)
Garequizar. (USI)

Los peruanos tenemos una curiosa habilidad para acuñar verbos. En algunos casos, por supuesto, nuestras creaciones terminan siendo una patada voladora a la estética, pero a veces sirven también para explicar algo complicado de un porrazo. Así, creo que nuestro país tiene que empezar a garequizarse. Y paso a explicar todo lo que con este atrevimiento lingüístico pretendo decir.

Cuando el técnico Ricardo Gareca asumió la dirección de la selección peruana de fútbol, la situación del grupo era un reflejo bastante preciso de la realidad del país. Gareca llegó a liderar un Perú chiquito: un grupo de gente con harto talento, pero poca seguridad. Una suma en donde las individualidades eran veneradas por encima de la cohesión que perseguir la trascendencia reclama. Gareca llegó a liderar a los imposibles.

El ‘Tigre’ no cambió el plantel de manera drástica. Se dedicó, únicamente, a que la meritocracia sea la moneda con la que se compró cada uno de los once puestos titulares. Gareca nunca prometió nada más que trabajo y se dedicó a eso –y en silencio–. Pero no solo fue en silencio, sino que su labor fue hecha con el silencio correcto: ese que no implica no decir nada, sino que supone hablar solo si hay algo relevante que decir.

Gareca le dio a nuestro equipo coraje y dignidad en la derrota y –con el mismo vigor– calma y humildad en la victoria. Cada error lo asumió como propio y cada acierto lo atribuyó al trabajo colectivo. Esa es exactamente la definición de un líder. Y acá nada tiene que ver el fútbol. Estoy hablando de algo más grande y mucho más importante. Estoy hablando de la forma en la que un hombre ha logrado que un país entero se vea a sí mismo mejor y diferente.

Todo el mundo habla de cómo va a llegar el equipo a Qatar y de lo importante que es la continuidad en el trabajo y la disciplina. Todos los peruanos hemos aprendido a levantar la frente y a bajar los humos. Hoy sabemos que podemos jugarle al mismo equipo que quizá gane este Mundial y podremos decir que el partido más duro –al menos hasta ahora– se lo jugamos nosotros y con unos cojones que dudo que los franceses lleguen a olvidar.

¿Qué pasa entonces si garequizamos al Perú? Si respetamos el trabajo duro como camino al éxito, si recordamos que cuando el orden sustituye a la criollada podemos llegar adonde nos provoque. ¿Qué pasa si empezamos a entendernos como un solo grupo de personas unidas bajo un mismo ideal: que nuestros hijos crezcan en un mejor país? Pero hagámoslo con el silencio sabio del ‘Flaco’. ¿Qué creen que pasaría? Pensá.

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