Ricardo Gareca
Ricardo Gareca

Cuando el flaco Gareca asumió la dirección de la bicolor, el Perú ocupaba el puesto 91 en el ranking FIFA. Cuando terminó el Mundial –pocos años después–, estábamos en el puesto 10. Gareca ha roto todas las maldiciones que hechizaban a nuestro fútbol: nos llevó al Mundial, le ganamos a Ecuador en Quito, le empatamos a Argentina en la Bombonera y ganamos nuestra primera definición por penales en duelo internacional (de toda nuestra historia, ojo).

¿Qué ha hecho el profesor Gareca? Ha eliminado la idea mesiánica de que un fantástico va a resolver los partidos. Ha convertido a un racimo de individuos en una falange hoplita. Le ha devuelto a cada jugador la confianza, y lo más importante es que ha hecho todo esto con lo que ya tenía. Ha sabido ser el gerente de un grupo de muchachos que antes de él andaban perdidos y desorientados. Ha unido a un país entero detrás de una idea: la victoria.

Gareca ha logrado lo que pocos hombres logran: siguiendo esa parte hermosa del “If” de Kipling, nos ha enseñado a tratar a la victoria y a la derrota como dos impostores, y a mantener la frente siempre alta. Cada vez que hemos ganado le ha atribuido todo el mérito al equipo. Cada vez que hemos perdido, ha dicho que es absoluta su responsabilidad frente al marcador. Ha sido digno, sobrio, estricto, líder y sobre todas las cosas ha sido un hombre decente y trabajador.

Mientras escribo estas líneas, no sé si será Argentina o Brasil el que acceda a la primera llave de la final en Río. Y mientras ustedes las lean estaremos todos haciendo de tripas corazón esperando que suene el pito y se inicie el duelo contra Chile. Pero hoy la espera no es la de antes. Sabemos que podemos ganar. Quizás no nos salga esta vez, pero Perú dejó ya de ser un patito feo. Y eso se lo debemos a nuestros muchachos y a ese flaco grande que es Ricardo.