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Tanto fue el cántaro al agua que al final se hundió y ahora yace al lado de sus desafortunados predecesores, en el lodoso fondo de la poza. Más embarrado no podía estar Aníbal Torres como premier, por sus absurdos y reiterativos enfrentamientos con la prensa y el Congreso o por su propia intolerancia, que lo llevó a poner como ejemplo a Adolfo Hitler (“su lado bueno”) y a mimetizarse con el personaje que le crearon enjundiosos humoristas locales: el Dr. Caníbal.
Sus estallidos de furia contra reporteros o algunos miembros de la oposición serán recordados, pero menos que el triste papel desempeñado como escudero presidencial, impertérrito ante los sucesivos escándalos de corrupción y la incompetencia generalizada en el gobierno, resultado de un liderazgo errático que los peruanos tienen que pagar día a día: inflación, desempleo, aumento de la pobreza, desgobierno, delincuencia y conflictos sociales en ascenso.
El temperamental jurista chotano pasa a ser otro fusible quemado por el jefe de Estado, que continúa batiendo récords de gabinetes en un primer año de gestión. La pregunta que de inmediato surge, no obstante, es cuántos fusibles más le quedan al presidente en la ruta que parece haberse trazado para destruir la economía y la institucionalidad de nuestra democracia.
Y comprensiblemente preocupa a la ciudadanía la identidad de quién lo va a reemplazar, pues con su renuncia ya va quedando solo el ‘concolón’ del castillismo y las opacas fuerzas e intereses que movilizan su oscuro, nefasto itinerario en el Ejecutivo.
Hasta el momento se han barajado los nombres de Betssy Chávez, Roger Nájar, Alejandro Salas y Dimitri Senmache, entre los más conocidos y que –provisionalmente, podría decirse– no han estado ni están todavía en la mira de la justicia. Pero todos ellos, eso sí, marcados por un sinfín de desaciertos y abusos de poder en favor de Pedro Castillo, familia, paisanos y allegados varios.
Los peruanos tenemos razones claras para temer por el próximo jefe del Consejo de Ministros, porque el daño que esta gestión presidencial le está haciendo al país es incontrovertible. Pero quien quiera que haya recibido la oferta de tamaño encargo, que se lo piense bien, porque será solo el cascarón de proa de una nave sin brújula y que hace agua por todos lados.
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