(Foto: Presidencia de la República)
(Foto: Presidencia de la República)

El nuevo gabinete está más a la derecha del espectro político que el saliente, lo que reafirma a Vizcarra en ese lado de la cancha, aunque algunos insistan en que su gobierno está más cerca del madurismo que del piñerismo. Lo que sí, es un gabinete con cierto carácter antifujiaprista, lo que concilia con frentes centristas y algo a la izquierda. Definitivamente es más político que el anterior, sobre todo por la presencia de Pedro Cateriano, alguien que ha demostrado moverse con bastante soltura en situaciones de alta tensión política. Lo mismo por la aparición de Patricia Donayre, quien renegó de Fuerza Popular cuando hacerlo era un deporte peligroso.

Pilar Mazzetti era bolo fijo para Salud. Viene con la viada de haber estado en la cancha durante la crisis sanitaria. La pandemia sigue caliente y se necesita una voz firme y con legitimidad, algo que ella tiene como credenciales. Igual con la abogada Ana Neyra en Justicia, quien es muy respetada en su campo y tiene los galones bien ganados en su labor como funcionaria y en la Comisión de Alto Nivel de la Reforma Política. Rafael Belaunde, por su lado, sigue la tradición del Ministerio de Energía y Minas de tener a alguien con relaciones construidas en el sector, lo que se usará como gasolina para la reactivación.

Lo incomprensible es la designación de Martín Ruggiero en el Ministerio de Trabajo, un sector que tendrá que lidiar con el mayor desempleo que el Perú reciente ha vivido y las consecuentes tensiones que surgirán.

Asignar esa cartera a alguien que no trae consigo ninguna experiencia política ni en el Estado, y que ha concentrado su corta vida profesional a asesorar corporaciones para sortear costos laborales, es como si el sector no importara. ¿O es el primer paso para una doctrina del shock? La reactivación no puede darse sacrificando al lado más débil de la ecuación y sin prestar atención a las demandas sociales.