Así se vivió la marcha del Orgullo Gay en Lima. (Fotos: Roberto Cáceres y Luis Gonzales)
Así se vivió la marcha del Orgullo Gay en Lima. (Fotos: Roberto Cáceres y Luis Gonzales)

La Marcha del Orgullo fue enorme. Cada año este encuentro de resistencia y celebración es más grande y congrega no solo a homosexuales, lesbianas, bisexuales o trans, sino a miles que apuestan por una sociedad más libre y tolerante. Es una muestra indiscutible de que existe un movimiento creciente que busca eliminar estructuras sociales castrantes.

Esta energía contrasta con la acción calculada e insuficiente del gobierno. El jueves, la PCM autorizó a solo cuatro ministerios para que se pronuncien sobre los derechos LGTB por redes sociales. Al resto de ministerios se les ordenó no hacerlo, amordazados por el miedo exagerado a la reacción conservadora. Para el gobierno fue una campañita para quedar bien, no una política de Estado que busca promover y defender derechos fundamentales.

Lo bueno es que existe una nueva generación que inevitablemente cambiará esa desidia y que deja a nuestros gobernantes en el lado incorrecto de la historia.

Ahí estaban el sábado. El grupo de jóvenes organizados de San Juan de Lurigancho exigiendo enfoque de género en sus colegios. Las madres unidas por los derechos de sus hijos e hijas. El municipio de Carmen de la Legua, con su campaña de prevención de VIH/sida, demostrando lo fácil que es utilizar los recursos públicos para educar sin discriminar. El movimiento católico por la diversidad exigiendo que su iglesia integre a las minorías sexuales. Las empresas que estuvieron presentes organizadamente, manifestándose sin reparos contra la violencia homofóbica. También varias organizaciones civiles. Todos marchando y bailando para que se respete una forma de amar. Por una manera de expresarse y relacionarse que no tiene por qué esconderse, menos necesitar permiso.

Ese es el futuro imposible de silenciar.

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