El otro día leí la siguiente frase: “El primer acto de corrupción de un funcionario público es aceptar un puesto para el que no está preparado”. Esta lamentable realidad la vemos desde hace algún tiempo cuando ministros aceptan cargos solo para servirse de ellos, a la fecha hay varios ministros presos y algunos fugados a otros países. Debemos repensar el Estado, la regionalización, los gobiernos municipales y los ministerios. Todos ellos han fracasado frente al peruano que deberían servir. Reducir el tamaño del Estado no es un ataque; es un acto de sensatez. Se trata de proteger lo que es esencial, cerrar brechas reales y usar los recursos con inteligencia y eficiencia.
Mientras tanto, en Estados Unidos se discute la creación de un Departamento de Eficiencia Gubernamental y en Argentina ya se puso en práctica. Su objetivo es claro: desmantelar burocracias innecesarias, recortar gastos superfluos, eliminar regulaciones excesivas, reorganizar agencias gubernamentales y digitalizar al Estado. Las realidades entre países son distintas, pero el mensaje es el mismo: los gobiernos deben ser más pequeños, más eficientes y menos burocráticos. El Perú no es la excepción y lo requiere a gritos.
El debate sobre el presupuesto público para 2025 pone en evidencia una verdad incómoda: el Estado peruano es completamente ineficiente e insosteniblemente caro. El déficit fiscal ha alcanzado niveles que no veíamos desde 1992: un síntoma de un mal gobierno que gasta mucho, pero no donde realmente debe hacerlo. La falta de liderazgo en el MEF ha profundizado esta crisis.
Para el nobel de economía de 1976, Milton Friedman, el rol del Estado debe limitarse a lo esencial: preservar la paz, defender al país, resolver disputas entre ciudadanos y protegerlos de abusos. Pero en el Perú, estas prioridades parecen haber sido relegadas. Mientras los índices de inseguridad ciudadana llegan a niveles críticos y la población exige soluciones, el Estado crece con estructuras innecesarias y gastos que no responden a los verdaderos problemas.
Un ejemplo, entre muchos horrores más, es la reciente propuesta de crear un Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación, cuando Concytec —el organismo que lidera este sector— ni siquiera ejecuta adecuadamente su presupuesto actual. En lugar de preguntarnos qué organismos eliminar para ahorrar y mejorar la eficiencia, seguimos sumando más peso a una maquinaria que ya está sobrecargada y no sirve.
Un Estado más pequeño no significa menos servicios, sino mejores. Reformar el Estado no es solo una opción, es una necesidad urgente. Necesitamos un gobierno con funcionarios probos y capacitados que sirvan a los ciudadanos, no que sirvan a sus propios intereses. Solo con un Estado eficiente, transparente y enfocado en lo esencial podremos construir un futuro en el que los recursos públicos realmente beneficien a los ciudadanos.