Contra todo. Bancada fujimorista contradice a lo que pidió su lideresa que era priorizar el debate. (Hugo Pérez)
Contra todo. Bancada fujimorista contradice a lo que pidió su lideresa que era priorizar el debate. (Hugo Pérez)

El apoyo de Keiko Fujimori a la reforma del Ministerio Público resultó siendo un mal cálculo personal que la ha enfrentado a la verdadera esencia de sus más tenaces seguidores. Es difícil creer que su motivación haya sido una enmienda y no, más bien, un intento de revertir la imagen de que ella y su partido obstruyen la justicia. Su mensaje se dio a puertas de que se viera la apelación a su prisión preventiva, así que no parece descabellado sugerir que lo más probable es que haya buscado utilizar todas las cartas en su poder para salir libre pronto. Tampoco es tan fácil culparla cuando efectivamente nadie debería estar 36 meses en prisión sin sentencia.

Es por eso que el apoyo de KF a la propuesta de Vizcarra debería entenderse como una movida más legal que política. Pero solo un grupo de sus seguidores lo quisieron hacer.

Al enfrentar un escenario de precaria sobrevivencia, KF ya no es útil para los intereses conservadores, así que varios de sus seguidores han encontrado la justificación ideal para abandonar el barco encallado. La dejaron con la misma violencia con la que suelen imponer sus ideas: en redes la llamaron cobarde, vendida y claudicante, acusándola de nunca haber representado lo que la derecha peruana necesita.

Este grupo radical ha salido en búsqueda de una nueva locomotora política. Quieren al Bolsonaro peruano y un fujimorismo sin Fujimoris. Esto representa varios desafíos para sus entusiastas, siendo el más evidente que la agenda de la derecha local siempre ha girado en torno a la reivindicación del apellido Fujimori y será difícil romper con ella en lo inmediato. Eso no quiere decir que sea imposible, pero, paradójicamente, mientras el fujimorismo no implosione del todo, les será más difícil construir esa derecha achorada soñada.