“Si yo fuera Harry”. (EFE)
“Si yo fuera Harry”. (EFE)

El 13 de noviembre se realizó en Filipinas la cumbre de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (Asean), que contó con la participación de los jefes de gobiernos de sus 10 naciones miembros e invitados como Donald Trump. Fue la primera vez que Rodrigo Duterte, quien llegó a la Presidencia de Filipinas en 2016, se encontraba con muchos de estos gobernantes y había expectativa de que Trump pudiese criticarlo, públicamente, por los sanguinarios métodos que utiliza su gobierno en la lucha contra el narcotráfico, pero más bien felicitó su exitosa guerra contra las drogas.

Como presidente, ha replicado las políticas contra el narcotráfico que aplicó cuando fue siete veces alcalde de la ciudad de Dávao, utilizando nuevamente a escuadrones de la muerte, cuestión que ante el éxito de la reducción de la criminalidad le ha valido una popularidad de alrededor de 80%, pero también críticas a nivel internacional.

El año pasado, ante la amenaza del Congreso filipino de vacarlo por sus procedimientos poco democráticos, Duterte amenazó con cerrarlo y los diputados decidieron olvidar el asunto. Probablemente, mientras Trump dialogaba con el hombre a quienes los filipinos llaman “Harry, el sucio”, sintió una gran envidia de que él no pudiera en su país tener un Congreso al cual pudiese ignorar para aplicar varias de sus políticas (financiar el muro en la frontera entre EE.UU. y México, etc.) y no confrontar al poder de alcaldes, gobernadores, fiscales y jueces estatales que le impiden ejecutar varios de sus decretos.

Ante las investigaciones del posible vínculo entre los hombres de su campaña con los de Putin, ¡cuánto daría Trump por ser como “Harry, el sucio” de Filipinas, Harry Potter o, al menos, Harry Houdini!

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