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Redacción PERÚ21

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Carlos Meléndez,Persiana AmericanaAunque menos concurrida, la 'Marcha por la Igualdad' pilló a la Lima cucufata y retrógrada. Ha sido la mayor movilización contra el conservadurismo predominante en mucho tiempo. Sobre todo porque los sectores 'pro-igualdad' en el Perú no cuentan con organización ni redes para facilitar una demostración callejera; tampoco se apoyan en instituciones socialmente arraigadas (iglesias Católica y Evangélica). Sus detractores aseguran que el respaldo proviene de grupos no gubernamentales. Pero, como he dicho otras veces, un colegio parroquial tiene el poder movilizador de 20 ONG.

Fue asombroso en una sociedad donde solo el 23% votaría a favor de la unión civil en un hipotético referéndum (según la última encuesta de Datum). Donde los poderes fácticos (iglesias) buscan apabullar con interpretaciones tergiversadas de la fe (mediante paneles evangélicos infames, por ejemplo).

A pesar de estos obstáculos (he aquí el efecto sorpresa) la convocatoria trascendió los muros de la identidad sexual. Más allá de la comunidad LGTB, se sumó el ciudadano de a pie, hastiado de la homofobia y de los crímenes de odio, para quien no deberían existir diferencias legales entre compatriotas. Fue una marcha republicana.

Efectivamente, es una minoría pero no están solos. Los limeños, por fin, se soltaron las trenzas del qué dirán. La solidaridad, la empatía por el 'otro' y el sentimiento de igualdad salieron del clóset finalmente. Quizás fueron pocos, pero cada día serán más.