Canciller uruguayo  Rodolfo Nin Novoa (AFP)
Canciller uruguayo Rodolfo Nin Novoa (AFP)

Algunos partidos de izquierda intentan mostrar talante democrático y no lo logran porque no está en su esencia y, por eso, además de pelearse o dividirse, sus miembros no tienen corazón para desvincularse de dictaduras zurdas como lo hacen, categóricamente, con las de derecha.

Lo presenciamos el 8 de agosto, cuando el canciller de Uruguay, Rodolfo Nin Novoa, se marchó de la cumbre de Perú antes de que 12 de 17 países firmaran una declaración contra la dictadura de Maduro; y, finalmente, su país no suscribió este documento. Lo extraño es que días antes, el 5 de agosto, el propio canciller apoyó la decisión unánime de los países fundadores de Mercosur de expulsar a Venezuela por los pasos del régimen castro-chavista hacia el totalitarismo.

El presidente Tabaré Vázquez y Novoa han demostrado profundas convicciones democráticas como también José Mujica y su ex canciller, el secretario general de la OEA, Luis Almagro, todos pertenecientes a la coalición de izquierda del Frente Amplio (FA). El problema es la brecha profunda que afecta a esa coalición de partidos divididos entre comunistas trasnochados, socialistas que son solo demócratas cuando electoralmente pueden llegar al poder y los auténticos socialdemócratas que, afortunadamente para Uruguay, son la mayoría de ese partido gobernante.
La crítica que recibió Vázquez de los más radicales del “frente estrecho” por su decisión en Mercosur le valió una amenaza de algunos de sus camaradas para futuras votaciones; y, en un cónclave realizado el 13 de agosto, el FA decidió, sabiamente, no tomar una postura oficial sobre el tema de Venezuela.

No es coincidencia que el silencio cómplice de algunos miembros del FA uruguayo se asemeje al de algunos partidos de izquierda hispanoamericanos.

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