Al cerrar esta columna, Francisco Petrozzi aún sigue como ministro de Cultura. Si el gobierno tuviese mejores reflejos, ya le habrían pedido su renuncia y habrían repuesto a Hugo Coya en TV Perú. No se me ocurre un control de daños más efectivo para revertir la impresión de que el canal de todos los peruanos está siendo usado con fines personalistas y como instrumento de propaganda del gobierno. Aquí no puede haber medias tintas. El presidente Vizcarra debe zanjar el asunto de raíz, sin darles ni un centímetro a quienes insisten con el estribillo del golpe y la dictadura.

Sacar a Coya de IRTP no encuentra razón lógica visible, así que la imputación de que han existido presiones desde arriba para manipular la programación fácilmente puede echar raíces. En los últimos años, TV Perú ha mejorado de forma consistente, con programación innovadora, noticieros serios y proyectos en lenguas originarias. Tanto así que ni la oposición más necia ha dedicado energías durante estos años contra el canal. Si las cosas caminan, ¿para qué cambiar al responsable? El Estado necesita estabilidad y continuidad, no lo opuesto.

Petrozzi argumenta que no es cierto lo que Coya dice. Estamos entre la palabra de uno y la del otro, pero la duda que esta crisis ha sembrado será difícil de eliminar. Ante esto, al presidente y a su gobierno solo le queda reafirmar con hechos los valores y principios que dicen defender. No solo hay que ser, sino parecer. Sin un Congreso que haga oposición y con una elección a la vuelta de la esquina, no puede haber ninguna sombra de duda sobre el rol que juega el único canal que llega a todo el Perú. Su pluralidad informativa no puede estar en tela de juicio.

Pobre Ministerio de Cultura, que desde 2016 ha tenido ocho ministros. Aun así, es hora de que pase el noveno.

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