En pocos días, militantes y simpatizantes del Partido Morado (PM) deben haber visto pasar ante sus ojos, como un rush de video, toda su vida política en uno o dos pestañeos.

Porque entre el desentierro del antecedente de violencia familiar del general Daniel Mora, uno de sus fundadores y dirigentes más notorios, y el video en el que se ve al máximo líder partidario, Julio Guzmán, echándose una carrerita no precisamente huyendo de las llamas ni como entrenamiento para la maratón de Lima, sino, como parece ser la opinión generalizada, para rescatar una de sus canas, que habría quedado flotando en el aire de la calle Ocharán de Miraflores, esta organización ha experimentado una sacudida que debe haber puesto en vilo tanto convicciones profundas como duraderas lealtades.

La dirigencia del partido y alguna de sus personalidades invitadas, sin embargo, han respondido con una entereza y plausible rigor –considerando las circunstancias– que en todo momento se ha echado en falta en las declaraciones de los involucrados, que se encerraron en la sempiterna cantaleta de que se trata de un tema privado.

Guzmán, especialmente, por ser quien atrae los focos de atención, ha brillado con su total falta de entereza y claridad a la hora de responder por sus actos, más allá de que se trate o no de un lance íntimo o una coordinación partidaria. Que su primera reacción haya sido eludir su responsabilidad –en el momento del incidente y luego ante la opinión pública–, junto con su actitud en el caso Mora, expresa de manera casi altisonante que carece de la talla o el carácter de un líder al que se le pueda confiar el destino del país. La dirigencia del partido, en cambio, ha demostrado no solo ecuanimidad, sino, además, reflejos, así como una saludable capacidad de resiliencia ante las crisis y revelaciones de alto impacto de las últimas semanas.

En su corta trayectoria, lo valioso del Partido Morado es que ha logrado aglutinar buenos cuadros políticos, con posturas valiosas y propuestas bien sustentadas que podrían oxigenar el clima político actual y enriquecer el debate, así como el juego democrático en el país. Pero después del episodio de la “fogata y fuga”, su máximo líder debería entender que mejor es dejar explicaciones absurdas y que le ha llegado el momento no de echarse a correr, sino de dar un paso al costado.