Carolina Trivelli,Sumas y restasEconomista
El Fondo Monetario Internacional (FMI) viene sorprendiéndonos al incorporar nuevos temas en su agenda (y en la nuestra). La discusión sobre cuánto crecimiento económico se sacrifica por los altos niveles de desigualdad está en el centro del debate hoy, y nos lleva a incluir acciones concretas para reducir las desi- gualdades y así lograr seguir creciendo, y crecer más.
En esa línea, hace dos semanas la directora del FMI, la Sra. Lagarde, estuvo en México y, junto con el presidente Peña Nieto, abogó por un mayor compromiso con la inclusión financiera. En su discurso recordó que más de 2,500 millones de adultos en el mundo no usan hoy ningún servicio financiero (250 millones de ellos en América Latina) y enfatizó en cómo la inclusión financiera facilita procesos de crecimiento a favor de los segmentos de menores recursos ofreciéndoles canales para aprovechar oportunidades económicas y aportar al crecimiento. Destacó que economías con mayor inclusión financiera son economías más estables financieramente y con menor volatilidad en sus niveles de crecimiento.
Estos procesos, que logran atender a la vez objetivos de crecimiento e inclusión, deben estar en el centro de las políticas económicas. Por ello, Lagarde señaló que la inclusión financiera es un viaje hacia el desarrollo y propuso apostar por la inclusión financiera para lograr un «progreso incluyente», es decir, un proceso que incluye para crecer.
Pero, además de proponer dar un decidido impulso a procesos masivos de inclusión financiera masivos, Lagarde señaló que es necesario desarrollar a la vez esquemas de inclusión financiera orientados a grupos particularmente relevantes para el logro simultáneo de los objetivos de crecimiento e inclusión, grupos que han estado (y siguen estando) excluidos del sistema financiero; en particular se refirió a las mujeres y a segmentos de población en pobreza. Atender a estos grupos exige más innovación, más y mejores productos que se adapten a los perfiles de las clientas (¡que no son solo tarjetas de color rosado o con descuentos en peluquerías!) y nuevos canales de atención que permitan al sistema financiero llevar una oferta variada de servicios a precios accesibles a nuevos clientes en situación de pobreza.
Tenemos la oportunidad de avanzar en procesos armónicos de crecimiento e inclusión, en acciones con amplio respaldo y con éxito asegurado como la inclusión financiera. Como pocas veces, estamos todos de acuerdo en la importancia de apostar por estas iniciativas, hay compromiso del sector público, inversión del sector privado y alianzas entre el sector público y sector privado en materia de inclusión financiera. Es una responsabilidad y una apuesta colectiva, a la que solo queda pedirle más velocidad.