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Redacción PERÚ21

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Juan Claudio Lechín,Desde Nueva YorkAnalista político

Ante el avance militar de EIIL (Estado Islámico de Iraq y el Levante), Obama condiciona el apoyo de los Estados Unidos al gobierno de Maliki a no ser sectario e incorpore a las diversas tendencias políticas a un gobierno de consenso nacional. Es una declaración angelical que debilita al gobierno de Iraq, promovido por ellos.

No es extraño que un imperio entienda poco de los demás. El fenómeno es claro: los exitosos, y más si es un país hegemónico, miran el mundo a partir de su propio espejo: "El mundo que a mí se me ocurre es el mundo real". Resulta ser la soberbia del triunfador que, ante los ojos del resto, se vuelve incuestionable verdad. Es frecuente también en empresarios muy ricos y en políticos con poder.

Iraq ha sido milenariamente un país monárquico y señorial, de reyes y, en el siglo XX, de militares. Saddam, aunque plebeyo, también ejerció de monarca absoluto. Ahora, ¿a quién se le ocurre que, por el solo hecho de que Estados Unidos fantasee con ello, Iraq se torne milagrosamente en una democracia madura, inclusiva y no sectaria? La democracia liberal es un largo proceso de transformación de mentalidades y formación de instituciones, donde la economía y los valores también deben ser liberales para que todos los componentes del tejido social dialoguen con los mismos códigos y así crezcan retroalimentándose.

En un país en pie de guerra, como Iraq, Obama debilita al gobierno pro-occidental del oscuro Maliki al exigirle realizar una imposible coalición no-sectaria, para ayudarlos contra la insurgencia. Naciones Unidas, pontificando desde el trono de lo políticamente correcto, pide un parlamento independiente en un país señorial; sin embargo, no lo exigen para Venezuela, Bolivia, Cuba, Nicaragua, con democracia fascista. A un país como Iraq se le ayuda a caminar hacia la democracia y no se le exige operar un milagro. Los buenos deseos irreales son tiernos en los niños, son torpezas en los mayores y estupideces en los poderes.