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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

El domingo 10 de abril no fueron a votar algo más de cuatro millones de electores, alrededor de 18% del total. Esas cifras han motivado afirmaciones apresuradas, como considerar que el ausentismo representa un signo de rechazo a las elecciones o a los candidatos con mayores preferencias.

En el Perú, contra lo que muchos creen, el no votar no se origina en una decisión política. A diferencia de varios países, en el nuestro, el ausentismo se sanciona económicamente de manera efectiva y con la llamada muerte civil.

Lo que uno encuentra es que las razones son de diverso tipo. Por ejemplo, la no depuración del padrón electoral (fallecidos); cambio domiciliario que no es reportado al Reniec y que aleja al elector de su residencia actual del local de votación; lejanía y costo del desplazamiento a los locales de votación, particularmente en zonas rurales y de selva; desconocimiento de los cambio de locales de votación; mal estado de salud y/o hospitalización; inexistencia de mesas de votación en los centros penitenciarios; día laborable que coincide con el día de la jornada electoral (periodistas, FF.AA. y PNP); viajes intempestivos; peruanos residentes en el extranjero, sobre todo por el costo del desplazamiento a los locales de votación y el no pago de la multa por no votar, salvo si es miembro de mesa.

En la primera vuelta, las provincias de sierra y selva como Lauricocha, Víctor Fajardo, Huaytará, Atalaya, Requena, Cajatambo, Ucayali, Purus llegaron a tener entre 30% y 40% de ausentismo, que se explica por las variables señaladas. En cambio, Sechura, Cañete, Tacna, todas en la costa, el ausentismo se reduce a la tercera parte.

Es un error, por lo tanto, sumar a estos más de cuatro millones de electores al grupo de peruanos inconformes con los diversos candidatos que compitieron el domingo 10 de abril.

Bajar el ausentismo, exige resolver varios de estos problemas.