Hospital Antonio Lorena de Cusco.
Hospital Antonio Lorena de Cusco.

Hay 14 hospitales estatales en construcción… paralizados. En valor, se trata de S/3,000 millones… que no sirven para nada. Dinero que –por supuesto– provino de los impuestos que pagamos todos los peruanos. El más conocido de todos es el Hospital Antonio Lorena de Cusco, cuyo costo bordea los S/335 millones, y está al 65% de avance de obra… pero paralizado desde hace 6 años.

Junín tiene 4 hospitales públicos en construcción… paralizados. Arequipa 3. Puno y Huánuco, 2 cada uno. Y La Libertad, Cusco y Apurímac, 1 hospital cada uno. Mención deshonrosa especial merece el Hospital de Pacasmayo, cuya construcción está paralizada, a pesar de estar al 99% de avance de obra. En este caso, el monto vilipendiado supera los S/70 millones.

Pero ahí no acaba la cosa. En Ica hay 2 postas de salud, totalmente terminadas y equipadas, listas para servir a la ciudadanía, pero que el gobierno regional se niega a poner en marcha. Una posta está en El Carmen, Chincha; y la otra en San Clemente, Pisco. El detalle es que ambas postas fueron construidas y equipadas con aportes privados. Y como el Gobierno Central es antiempresa, el gobierno regional no podía quedarse atrás.

¡Cuántas más postas de salud estarán en la misma situación en otras partes del país! ¡Cuánta indolencia e inoperancia estatal! ¡Cuánta corrupción! ¡No hay derecho!

Lo concreto es que el Estado es un pésimo constructor de infraestructura hospitalaria, y peor operador de hospitales y postas de salud. Los ciudadanos – y en particular, los pacientes – le importamos un bledo. A ese respecto, hay que decirlo con todas sus letras… la institucionalidad estatal en salud pública es un fracaso.

Pues bien, la causa de todo este desmadre institucional es harta conocida: clientelismo político. Nótese que la causa es una sola. Porque todo lo demás, es consecuencias del clientelismo en mención. La corrupción, la indolencia, la inoperancia, las sobrevaloraciones, las medicinas vencidas, los equipos hospitalarios inoperativos, las “farmacias del frente” que venden medicamentos robados de los hospitales, la infraestructura hospitalaria inacabada, las postas sin uso… todo ello se deriva del pernicioso clientelismo político.

Claro que hay menciones honrosas en salud pública. Claro que hay excelentes médicos y enfermeras. Claro que hay historias extraordinarias de sanaciones extraordinarias a cargo de médicos extraordinarios del Estado. Pero vaya que las menciones deshonrosas en salud pública opacan todo lo bueno que hay en el sector.

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