Las zonas económicas especiales (ZEE) son áreas geográficas en un país donde se aplican incentivos económicos y fiscales especiales para atraer inversiones, fomentar el comercio y el empleo, y promover el desarrollo económico. Yo siempre he visto con recelo las ZEE por los costosos fracasos que ha habido en diversos países, donde no lograron los objetivos previstos porque empresarios mercantilistas las usaron para aprovecharse de beneficios tributarios, invirtiendo poco y sin generar empleo significativo de calidad. Por ello se requiere que exista un marco normativo muy equilibrado, que provea los incentivos requeridos, pero evitando extremos que ocasionen que los costos excedan los beneficios que traen al país.
El Banco Mundial analizó el impacto de las ZEE en múltiples ocasiones, con resultados mixtos, mostrando beneficios significativos en algunos casos y costos considerables en otros. El balance entre ambos depende de factores como el diseño de los incentivos, la implementación de las ZEE y las condiciones económicas de cada país. Los incentivos más valorados por los inversionistas son las tasas impositivas reducidas o nulas, lo que resulta bien problemático para los gobiernos debido a su impacto fiscal y a las distorsiones que pueden ocasionar entre sectores y empresas. Por ello se sugiere cautela.
Un estudio reciente de COMEX sobre las ZEE en el país concluyó que los incentivos no tributarios son más importantes que los tributarios para atraer inversiones. Incluso indicó que el Perú está entre los países con mayores incentivos tributarios, pero con peores resultados, debido a que no le damos la debida importancia a la infraestructura y servicios, políticas regulatorias adecuadas y estabilidad económica en nuestras ZEE. Los estudios muestran también que en promedio las tasas impositivas en ZEE tienden a estar entre 10% y 50% por debajo de las tasas aplicables fuera de estas áreas. En el caso de la ZEE que se intenta establecer en Chancay, los gremios empresariales promotores proponen un impuesto del 0% durante 5 años, claramente excesivo.
Es clara la conveniencia de desarrollar una ZEE para aprovechar el megapuerto y así generar un nuevo polo de desarrollo en el país, pero evitando que se convierta en un enclave que promueva inversión y empleo muy costosos para el país, con efectos muy limitados sobre el resto de la economía. Esto ha ocurrido muchas veces en diversos países, incluyéndonos a nosotros. En particular hay que analizar con cuidado la tasa impositiva que se acordaría. Considerando los grandes beneficios que brinda la cercanía al nuevo puerto, no se requeriría un incentivo fiscal tan alto como fue solicitado y más bien una tasa cercana al 15%, con depreciación acelerada (que promueve la inversión); y compromisos serios del Gobierno para que provea la infraestructura de transporte, acceso confiable a servicios básicos y las normas laborales requeridas. No nos apresuremos y legislemos bien, evitemos perder grados de libertad estableciendo impuestos bajos para todas las ZEE.