Segundo Tapia afirmó que el Congreso está actuando de "manera inmediata". (USI)
Segundo Tapia afirmó que el Congreso está actuando de "manera inmediata". (USI)

Es comprensible que lo de la reelección congresal sea lo que más agitación ha generado entre los temas propuestos para el referéndum. En un contexto de hartazgo generalizado, el “¡que se vayan todos!” cala profundo. La idea es sexy por popular, pero difícilmente mejorará la realidad.

El actual Congreso está mayoritariamente compuesto por principiantes, no por legisladores experimentados. En Perú, de 10 congresistas, solo 2 se reeligen. Cada cinco años, casi todo se renueva. En ningún país de Sudamérica hay tantos cambios como aquí. En parte, el problema de la representación nacional no es que los padres de la patria se reeligen, sino que no lo hacen.

La política, como todo servicio, requiere profesionalización, algo ausente en estas tierras. Aquí no existe una clase política. Andamos rodeados por aventureros, cazadores de negocios o lobbistas. No son todos, naturalmente, pero hay harto palomilla dispuesto a meter cabe como en pichanga de barrio.

Prohibir la reelección de congresistas implica comenzar de cero siempre, ampliando –aún más– el riesgo de que sean electos malos elementos y obligando a una curva de aprendizaje que le costará caro al país. También significaría eliminar incentivos para que los legisladores se esfuercen más y, no menos importante, significaría recortar la libertad de los ciudadanos a elegir a sus representantes.

Ya se cometió este error prohibiendo a gobernadores y alcaldes reelegirse, como si esa fuese la receta mágica para tener mejores gobernantes. Una salida más sensata es la renovación por tercios de congresistas, dentro de la necesaria reforma de partidos (regular financiamiento y eliminar voto preferencial). El objetivo debe ser profesionalizar y mejorar la representación, no debilitarla más. Pequeño desafío el que tiene la nueva Mesa Directiva entre manos.