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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

Cual mar peruano en pleno fenómeno de El Niño, la campaña electoral ha empezado a calentarse. El nivel de hostilidad y bajeza del "debate" ha subido varios puntos y su crecimiento es inversamente proporcional al de la calidad de las propuestas y la real preocupación por temas verdaderamente importantes para el futuro del país.

Muchos nos quejamos de esta situación, pero hay que ser conscientes de que no es un problema únicamente atribuible a nuestra clase política.

Los medios de comunicación y nosotros, como consumidores de sus contenidos, tenemos gran responsabilidad.

Los medios parecen estar en una carrera feroz por ver quién detecta primero el plagio en la composición de sexto grado de primaria o quién es el entrevistador "valiente" y "pechador" que, a punta de gritos y atarante, hace pisar el palito a un candidato o lo hace caer en contradicciones –tarea no muy difícil, dicho sea de paso– para viralizar un fragmento de la entrevista realizada, generar el titular del día siguiente, la tendencia en Twitter o el puntito adicional de ráting.

En ese contexto, más allá del ráting, las ventas y la figuración, ¿qué queda para el país? Mientras nos estancamos en lo anecdótico, los problemas estructurales del Perú siguen sin ocupar el lugar que ameritarían en la campaña electoral y quedan relegados a foros especializados con escasa cobertura.

La Amazonía se devasta día a día, la trata de personas y el trabajo infantil siguen campeando, los niños en zona alto andinas continúan muriendo año a año por el friaje, seguimos siendo un país exportador de materias primas, el reconocimiento de derechos civiles parece ciencia ficción y nuestro concepto de ciudadanía se resume en cinco palabras: en el Perú se come rico.

De que el escándalo vende, no queda duda. Pero es allí donde entra nuestra responsabilidad como ciudadanos. No premiemos falsos valores con la viralización y el ráting.

Dejemos la cómoda queja desde el teclado y exijamos una mejor cobertura de temas políticos con nuestro patrón de consumo de los mismos. En tiempos en los que la responsabilidad social empresarial es entendida por muchos como avisos de servicio público y la regulación de medios de comunicación es casi un tabú, nuestro comportamiento como consumidores es lo único que puede marcar la diferencia.