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El presidente Fujimori está en prisión después de haber sido indultado. El presidente García eligió dejar su vida antes que ir a una prisión ordenada sin que contra él haya una acusación. El presidente Humala y Nadine Heredia pasaron 9 meses en prisión y hasta el día de hoy es misterio cuál es el delito por el que fueron privados de su libertad. El presidente Kuczynski ha sido condenado a 36 meses de prisión preventiva porque no tiene arraigo laboral a los 80 años y tiene el dinero como para irse del país. Keiko Fujimori purga prisión preventiva, así como algunos de sus más cercanos colaboradores.

En una república, esto no puede explicarse sin decir que la justicia ha empezado a operar bajo el peor tipo de fascismo: ese que se esconde bajo el nombre de ley y que se pregona desde los púlpitos de la moral. Esta situación –y vamos a hablar sin eufemismos ni correcciones políticas– es insostenible, escandalosa y pone en juego los pilares mismos del sistema republicano. Nos hemos convertido en una sociedad cainita y tribal que encierra a aquellos que están bajo sospecha para el aplauso efímero de las mayorías. Y quienes lo hacen olvidan que ese aplauso morboso jamás ha escrito una página en la historia de los hombres.

Quienes ya conocen la verdad, dirán defiendo a la corrupción y a la impunidad. Les voy a responder antes de que acaben, porque ya me cansé. Porque ya nos cansamos. ¿Qué creen? ¿Que soy fujimorista, aprista, humalista, keikista y ppkausa? ¿Que no creo que quienes nos han robado y burlado el hambre de nuestros pobres no deben pagar frente a la justicia? Lo que sucede es que los dueños de la verdad han construido un mundo reduccionista y de falsas dicotomías en donde defender el debido proceso y buscar justicia lo convierte a uno en un paria, en un ignorante, en uno más de esos a los que despreciar.

La libertad es el valor más sagrado con que los humanos hemos sido investidos. Que el Estado, esa entelequia acéfala y llena de intereses singulares, puede privarnos de ella de acuerdo con lo que la Constitución, el Tribunal Constitucional y una reciente casación del Poder Judicial dictan: solo de manera extraordinaria. Pero no, aquí algunos fiscales ignorantes del Derecho y algunos jueces serviles a su causa han decidido llevar a la justicia a esta nueva inquisición de la que somos testigos. Los peruanos demócratas debemos unirnos ya y no por nosotros. Por nuestros hijos y nietos. Por la justicia, la del futuro y la república.

Sobre la muerte del presidente García, el silencio será, por un tiempo, mi manera de mostrar respeto a un esposo, padre, abuelo y amigo de muchos. Y a quienes han hecho una yunza celebrando su muerte, sepan que son pigmeos morales. Y jamás serán más.