Pese a que la demanda de los países ricos puede estimular la producción y repercutir 'positivamente' en la actividad económica de los países empobrecidos, la creación de excedentes trae aparejados perjuicios inasumibles cuando se alcanzan los límites ecológicos". Ocurre que todos los alimentos que producimos, pero que a menudo no se consumen, gastan un elevado volumen de agua y determinan la emisión de millones de toneladas de gases de efecto invernadero agravando los inconvenientes relacionados con el uso de la tierra, el agotamiento de los recursos, etc. En la FAO se advirtió que "la reducción del desperdicio de alimentos no es en realidad solo una estrategia para tiempos de crisis, sino una forma de vida que debemos adoptar si queremos un futuro sostenible para el planeta".