Antes del atentado en Christchurch, que dejó un saldo de 50 personas muertas, Nueva Zelanda era presentado como uno de los países más apacibles del planeta. (Foto: EFE)
Antes del atentado en Christchurch, que dejó un saldo de 50 personas muertas, Nueva Zelanda era presentado como uno de los países más apacibles del planeta. (Foto: EFE)

Los detalles del tiroteo en Christchurch, Nueva Zelanda, donde 50 personas murieron en un ataque a dos mezquitas, son terribles. Con el adicional de que este capítulo de fobia religiosa y discriminación asesina fue planificado como un producto para Internet y las redes sociales. Los actos terroristas siempre han tenido un elemento propagandístico. Buscan reacción, sembrar miedo y ser imitados. El reconocimiento es parte de su estrategia. Pero este caso se diferencia de otros en el uso de imágenes y lenguaje de una forma muy particular para llegar a más gente a través de los clics y la viralización. Desde el manifiesto compartido por el asesino hasta la transmisión en vivo del ataque, todo fue diseñado para que sea así.

El manifiesto utiliza referencias y palabras que son propias de una generación que se ha formado en la era digital y en el inframundo de los foros de la derecha extrema. El video de la matanza está hecho para que parezca un videojuego. Al compartirlos no solo nos enfrentamos con niveles de insensibilidad y morbo desconocidos hasta ahora, sino que, al hacerlo, le hacemos un favor al movimiento supremacista religioso y racial que se viene expandiendo en busca de nuevos militantes.

El ascenso de la extrema derecha en países europeos y americanos trae el riesgo de que este tipo de violencia se sienta legitimada. Los que se ven identificados con esa forma de ver el mundo se esfuerzan en negar el peligro facho creciente a escala global. Ese es el caso del senador australiano que recibió un merecido huevazo en la cabeza por culpar a la migración musulmana del atentado, o del jefe del Fondo Editorial de nuestro Congreso que inauditamente escribió culpando a los “progresistas” de esta ola de violencia. Qué peligroso es su fanatismo.

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