Cibernautas volvieron tendencia el hashtag #LaSexologaArimborgo (GEC)
Cibernautas volvieron tendencia el hashtag #LaSexologaArimborgo (GEC)

Vivimos tiempos de fanatismo. Fanatismo religioso, fanatismo político. La pasión irracional y desmedida por defender algo más allá de la realidad. La fe ciega. El dogma. Que la señora Arimborgo diga que el sexo es solo para reproducirse es fanatismo. La señora Arimborgo es una fanática cuando dice que existe un Ministerio de Sodoma y Gomorra. Para ella, sodomita es sinónimo de homosexual. El señor Tubino es un fanático cuando dice que el enfoque de género está impulsando la asexualidad. La monomanía del fanatismo; la persecución al que razona.

Fiscalizar fuentes grises en textos escolares, sobre las ancestrales variantes del sexo, no es lo malo. De hecho, la ministra Flor Pablo tendrá que mejorar los contenidos que leen los niños. En forma, no en fondo. Pero para los fanáticos los links fueron el pretexto para largar su perorata. Los niños poco les importan. Porque si los ven frente a la computadora, se dirán a sí mismos que están haciendo la tarea, cuando en realidad han puesto en Google ‘sexo anal’ —tras ver unos carteles en el zanjón gritando que el gobierno lo alienta— y la primera página los lleva a pornogratis.xxx. Pese a todo ese discurso inflamado, el enfoque de género ya encuentra consensos en una sociedad que ya no se cree que Dios la va a castigar.

Lo inquietante, sin embargo, se ve ahora en el campo político, puesto en el banquillo por la copiosa corrupción que investiga la Fiscalía. El suicidio de García podría estar gestando un minúsculo, pero ruidoso fanatismo político que, conveniente o no, apela a la defensa irracional de sus hombres más incondicionales. Podrán tener enfrente un camión de evidencias, pero morirán diciendo que García no recibió un centavo de los brasileños. Lo razonable es esperar la investigación. Pero vivimos tiempos de fanatismo. La fe ciega. El dogma.

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