El jefe del Estado agradeció a los gobernadores de Arequipa, Cusco, Tacna y Madre de Dios por la invitación a esta reunión que se da en la biblioteca Mario Vargas Llosa. (Foto: Presidencia)
El jefe del Estado agradeció a los gobernadores de Arequipa, Cusco, Tacna y Madre de Dios por la invitación a esta reunión que se da en la biblioteca Mario Vargas Llosa. (Foto: Presidencia)

Ser transparente no es lo mismo que ser invisible. A Amos Hart, por ejemplo, le llamaban Señor Celofán porque nadie le veía. Empezando por su esposa Roxie, que lo ninguneaba en Chicago, el musical. En cambio, ser transparente es un paradigma social, requiere mostrar las intenciones de lo que uno hace e identificar a quién benefician. Transparencia se llama la ONG que promueve la democracia en el Perú y, en los portales de transparencia, las entidades públicas dan cuenta de sus agendas y proyectos. Eres invisible cuando todos te ignoran y nadie te ve; en cambio, eres transparente cuando todo se sabe.

El presidente quiso ser transparente. Fue a Arequipa para persuadir a gobernadores y alcaldes que levantaran el bloqueo de carreteras en protesta por la licencia al proyecto minero Tía María. Fracasó. En cambio, se produjeron tres precedentes nefastos. Primero, al grabarlo se eliminó la confidencialidad que es vital para encontrar soluciones. Segundo, al ofrecer revocar la licencia se ensayó una justicia en cofradía, como la de Los Cuellos Blancos, fuera de tribunales. Tercero, ya no prevalece la ley sino la violencia social. El presidente fue más invisible que nunca.

El presidente, como todo político, puede aprovechar coyunturas para incrementar caudal electoral si tiene éxito o irse al despeñadero si fracasa. Lo que no puede es perder autoridad. Lamentablemente, no es el primero. Casi todo presidente tiene un proyecto minero paralizado en su currículum.

No es poca cosa. En el precedente de Santa Ana, promovido por los contrabandistas de Puno, se incendiaron los locales de Aduanas y de la Sunat. Fue hace 12 años, aún es tierra liberada tributariamente hablando. Eso es sedición. Por eso la batalla por los proyectos mineros ha dejado de ser solo un problema de medio ambiente y distribución de beneficios para ser un problema de seguridad nacional.

Todos los problemas se han producido, además, en zonas quechuas y aimaras. Algo no está bien. A 200 años de la independencia de España, como que falta algo todavía. Falta conciliar intereses, porque los pueblos quechuas y aimaras no están solo para bailar bonito en los Panamericanos. Ese proyecto nacional pendiente debe ser de todas las sangres, porque eso somos. A partir de allí nacerán las políticas públicas que tanta falta nos hacen. Dolerá, como todo en la vida, porque se deben transigir intereses de todo tipo. Pero, al final, cuando reconozcamos un proyecto nacional para todos, seremos realmente libres. Entonces, será hermoso.