Joaquín Ramírez posutalará a la alcaldía de Cajamarca
Joaquín Ramírez posutalará a la alcaldía de Cajamarca

En esta columna nos hemos referido muchísimo al fujimorismo, a sus conexiones, procederes y costumbres poco transparentes, autoritarias y hasta abusivas. Hemos hablado de Joaquín Ramírez, su investigación por la DEA y la contabilidad de sus empresas –extraviada en extrañas circunstancias–; de Jaime Yoshiyama y la contabilidad de la campaña 2011 robada.
Nos hemos referido a algunos financistas de las campañas de Fuerza Popular; a los aliados mineros “informales” del partido de Keiko y a los fanáticos religiosos millonarios con discursos de odio hacia distintas minorías que también son sus aliados.

Cómo no, nos hemos referido también a que resulta sorprendente que a su alrededor aparezcan de manera recurrente temas que de un modo u otro tienen que ver con el narcotráfico: 170 kilos de coca encontrados en el avión presidencial de Alberto Fujimori (1996), dos buques de la Marina con 100 kilos de cocaína cada uno (Buques Matarani e Ilo, 1996), los helicópteros de las fuerzas armadas movilizando droga en el Vraem y Alto Huallaga, ‘Vaticano’ acusando a Montesinos de cobrarle 50 mil dólares por vuelo; entre varios otros.

Pero más cerca, los 100 kg encontrados en un almacén que pertenece a una empresa de Kenji Fujimori (2013), la mencionada investigación activa de la DEA a Joaquín Ramírez (2015), ex secretario general de Fuerza Popular, y, la semana que pasó, el descubrimiento de que el congresista Edwin Vergara se asoció con el narcotraficante colombiano Diego Sánchez Ospina en 2014 para abrir una empresa de pinturas.

¿Podemos decir que es mala suerte? Tampoco podemos decir que son los únicos: la firma en las resoluciones de indulto y conmutación de penas a narcos durante el gobierno aprista no es de ningún Fujimori. Lo que sí podemos decir es que su mala suerte es más consistente.