(Luis Centurión/Perú21)
(Luis Centurión/Perú21)

Llegar a la Presidencia de la República de cualquier país es, en sí mismo, un logro a resaltar en el CV de cualquier persona. Pero en el CV del país no interesa tanto quién llegó a la Presidencia sino qué cosas hizo, no hizo o dejó de hacer ese que llegó. Y a la vista de los acontecimientos, el legado de PPK se perfila como un debate entre la más completa intrascendencia y la desesperante negligencia.

A solo año y medio de su discurso inaugural, ¿qué queda de la lista de ofertas de campaña de PPK? Se comprometió con todos los objetivos republicanos que le pusieron en el papel, pero los leyó como quien lee la lista de la lavandería para ver si es que no falta una media. Luego metió todo a los cajones y se olvidó. No, peor, se mudó de casa y abandonó la ropa.

¿Cuánto énfasis hay que poner en un discurso para que sea verosímil, para que la “opinión pública” –tremenda entelequia– se lo compre y lo asuma? A estas alturas, para PPK, eso ya no importa, no se salvó ni la educación. Ni siquiera porque dijo que al menos en eso no cabía “ni un paso atrás”. Regaló el Minedu a sus adversarios y se desentendió. ¿Qué piensa dejar como legado? ¿No ir preso? “Del lobo, un pelo”, tal vez respondería.

Diera la impresión de que el presidente está en épocas de comprar cualquier cosa que parezca que flote y de aceptar la ayuda que sea sin fijarse si eso a lo que se está abrazando no es en realidad un ancla que se está amarrando al cuello.

¿Quiénes son los únicos que se acercan a PPK sin difamarlo demasiado? Mire a su alrededor, identifíquelos. No es tan difícil. ¿De dónde salen? ¿Qué quieren? ¿Qué persiguen?

Alguien ha empezado a hacer miasis y no le han avisado.

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