Lo que han hecho los congresistas que votaron a favor de la más reciente interpretación auténtica es vacunarse contra que los boten. En cualquier escenario, se quedan. Si PPK es vacado, se quedan. Si renuncia, se quedan. Si lo reemplaza Vizcarra, se quedan. Si lo reemplaza Aráoz, se quedan. Si el presidente del Congreso asume la presidencia, se quedan. Si llaman a nuevas elecciones, seguramente vuelven a interpretar la Constitución y también se quedan.
No podremos librarnos de ellos ni de su 14%. Lo escribí muchas veces: no interesa si el Congreso tiene 90% o 1% de aprobación, siempre serán más que suficientes para votar a su favor y beneficio. Cueste lo que cueste.
Imaginemos un escenario indeseable –poco probable pero posible– dada la coyuntura y lo que hemos visto que es capaz de hacer nuestra clase política.
PPK deja la presidencia (no interesa cómo) y Martín Vizcarra asume. A las pocas semanas, el Congreso lo empieza a investigar y a citar por su participación en la adenda del contrato del Aeropuerto de Chinchero (que le puede costar al Estado en fueros internacionales cualquier monto entre US$30 mllns. y US$100 mllns.) aunque el Ministerio Público ya archivó su caso en febrero. No solo eso; sistemáticamente, el Congreso se baja las propuestas del Ejecutivo en educación, salud y seguridad para favorecer los intereses de sus auspiciadores (los fanáticos religiosos y los mineros ilegales, por ejemplo). Vizcarra, harto, decide que cierra el Congreso a lo Fujimori, pero, a diferencia de este, él también se va y convoca a elecciones generales. Se presenta como candidato y llega a la final con Antauro, con Keiko o con Guzmán (da igual).
¿Quién creen ustedes que va a ganar? Estimados congresistas, permítanme darles un consejo; dejen de socavar la democracia porque ese hueco puede convertirse en su propia tumba.