(Pablo Vilcachagua)
(Pablo Vilcachagua)

A menos que uno esté en un velorio tratando de culpar al muerto de la desaparición repentina del limosnero y del vino de misa, echarle la culpa a otro de los dislates propios es muy fácil y muy cómodo.

Toledo culpaba al fujimontesinismo –que entonces se encontraba en coma, medio muerto de la explosión de los vladivideos– de todo lo malo que les pasaba a él y a su gobierno: desde el Melody y su examen de ADN, hasta los escándalos de sus hermanos cabeceros, el Arequipazo y las coimas por las carreteras. Alan les echaba la culpa de su ineficacia y falta de voluntad a los “enemigos del país”, que eran básicamente todos y cualquiera que se atreviera a contradecirlo o señalar sus yerros y carencias como estadista. Bagua, narcoindultos, etc., etc., etc.

Cuando el gobierno de Ollanta Humala responsabilizaba al fujimorismo y al Apra de obstruccionistas, casi siempre estaba intentado cubrir su propia falta de decisión política y el desorden tremendo de su partido pegado con babas. Lo mismo con PPK: el obstruccionismo de FP al que intentaba señalar para justificar su incapacidad de gobernar no tuvo nada que ver con los escándalos de Chinchero, de Carlos Moreno, con el rol estelar de Bruno Giuffra en los ‘Mamanivideos’ ni con sus mentiras flagrantes por Westfield o First Capital y los pagos de Odebrecht.

Quien gobierna se queja siempre de que le ponen zancadillas, de que no lo dejan trabajar, de que le tienen cólera y afirma, con mucho marisco y poca vergüenza, que la culpa de sus problemas e ineficacias siempre la tiene otro, que la responsabilidad de todas sus desgracias y de las ajenas que causa, es de alguien más. Hoy se queja la BanKada de los medios. Y de Kenji.

Saque usted sus propias conclusiones.