Se salvaron la vida de 71 rehenes tomados por el MRTA en la residencia del embajador japonés en Lima. (Reuters)
Se salvaron la vida de 71 rehenes tomados por el MRTA en la residencia del embajador japonés en Lima. (Reuters)

Han pasado 21 años desde que en el Perú se llevara a cabo una de las operaciones de rescate de rehenes más exitosas de todo el mundo y de todos los tiempos. El 22 de abril de 1997, centena y media de comandos asaltaron la residencia del embajador japonés en Lima que había sido tomada por terroristas del MRTA al mando de Néstor Cerpa Cartolini. En la operación solo falleció uno de los rehenes y dos operativos. Todos los terroristas fueron abatidos.

La discusión alrededor de este hecho que debería unir a todos los peruanos (porque, carajo, fue y es más importante que haber ganado el Mundial de Fútbol) continúa. Hay decenas de versiones para todos los gustos.

Lo cierto es esto: los terroristas entraron a matar o morir. Igual los comandos. La diferencia inmensa es que los segundos jamás hubieran pisado ese lugar si no hubiera sido por el MRTA.

¿No hubo debido proceso? Quizás, pero, en medio de los gritos, el humo, los estallidos y las balas volando en todas direcciones, disparar primero y preguntar después te puede salvar la vida. E insisto: los comandos estaban allí haciendo un trabajo forzado por la situación causada por los terroristas. No jodan.

El 6 de marzo a las 10 y 30 de la mañana el terrorista Cerpa le anunció a la radio WTN que suspendía las conversaciones con el gobierno porque Fujimori estaba cavando un túnel. El 7 de marzo, los diarios El Comercio, Expreso y La República publicaron sendos titulares dando a conocer la noticia: el MRTA dice que el gobierno está haciendo un túnel. El rumor existía, pero hasta entonces nadie lo había podido confirmar. La República NO alertó a los terrucos de los planes de rescate, como insisten en mentir algunos, sino que recogió –como lo hicieron otros dos medios– lo que Cerpa declaró.

Los traidores nunca se quedan, siempre se fugan.