Bancada
Bancada

Martín Tanaka ha sido acusado de intentar lavarle la cara al fujimorismo –e incluso de fujimorista asolapado– por su última columna. En ella, Tanaka sostiene que los ataques a las instituciones y los gestos autoritarios de Fuerza Popular no constituyen una estrategia de guerra total en su afán de imponer su totalitarismo, incluso si eso significa bajarse a PPK, sino que es, más o menos, una gran pataleta. Una que sí, se percibe –y es– más amenazadora y más grande y peligrosa porque los fujimoristas en el Congreso son muchos y nuestros contrapesos institucionales muy débiles, pero no porque tengan un plan diabólico para hacerse con el poder. Son, si cabe, como un enorme perro muy enojado persiguiendo a un viejo cojo que va sobre un skate.

Y ese es el punto: no importa tanto si la BanKada carece de la inteligencia o si en Fuerza Popular existen o no las capacidades para orquestar un ataque coordinado y feroz contra todo lo que se mueve, sino los destrozos que pueden hacer con una pataleta aleatoria, cargada de resentimiento, piconería –y tal vez miedo, DEA, pronto– y que recuerda demasiado a la chavetería de los 90.

Independientemente de que FP pueda o no bajarse al fiscal de la Nación, a los magistrados del TC, al ministro del Interior o al mismísimo PPK, la institucionalidad sufrirá. Nadie respeta al sonso que se deja pasar por encima, aunque no muera.

Coincido en que el fujimorismo no tiene hoy –ni de cerca– las neuronas que le aportaba Montesinos y la falta de sangre en la cara no basta para tirarse a todo el sistema y legitimar su matonería. Pero pueden hacer mucho daño y por eso hay que salirles al frente.

A la calle, otra vez.