(Instagram: @betoortiz28)
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La entrevista que le ha dado Keiko a Beto Ortiz me ha removido las certezas. Yo tenía por cierto que el pleito entre los hermanos era genuino y no, como se especulaba por ahí, una estratagema para aparecer como dos puntas de lanza en las elecciones de 2021. Pero el tiempo que dedicó Keiko a despotricar de Kenji me ha dejado intranquilo en ese respecto.

“Él ha decidido tomar un camino distinto y se ha alejado, creo que está equivocado, pero sigue siendo mi hermano y le deseo suerte”. Con eso hubiera bastado y hasta sobrado. Pero mandarse a decir que era ella la que visitaba todos los domingos a Alberto y que Kenji se había estado ausentando, cuando sabemos todos que el menor de los Fujimori era quien más lo visitaba y veía por él (y quien lo sacó de la cárcel), era innecesario y hasta torpe.

Afirmar que Kenji había insultado a sus ex colegas de bancada, cuando sabemos que eso no es cierto, era demasiado. Los pronunciamientos de Fuerza Popular y los cargos contra Kenji en ese sentido fueron siempre ultragaseosos (“falta de respeto”, pero no decían cómo ni cuál). Sostener que en el mediano y largo plazo Kenji está cometiendo un error y que no lo quiere ver ni lo va a buscar parecía tremendamente sobreactuado.

No sé, quizás estoy un poco paranoico con todo lo que vamos viendo: Keiko diciendo que Vizcarra sería un buen presidente cuando lo quiso censurar por el caso Chinchero (un asunto que está lejos de haberse resuelto y que le va a costar millones al Estado) es tan inverosímil como pedirle, acto seguido, a PPK que renuncie e inmediatamente después que afirme que no sabe aún si su bancada apoyará la moción de vacancia.

Es todo tan raro.

PD. Mal jugado detener a Yoshiyama por una pistola que no funciona.