El problema de la memoria III. (USI)
El problema de la memoria III. (USI)

¿Y cómo se cambia un sentido común instalado? Creando una narrativa nueva que se apoye sobre algunos de los valores que buscas reemplazar, esos que se consideran buenos y atractivos. Y hay dos caminos: o se inocula con mucha sutileza o se monta sobre los deseos y expectativas más básicas y se dispara contra los “enemigos del pueblo”.

Ni el fujimorismo ni el aprismo son más atractivos que el progresismo ni construyen mejores mensajes (no tienen cómo), solo se montan sobre lo que hay y lo explotan. El progresismo es ininteligible: hay que ver cómo y por qué vota la mayoría, qué y cómo deciden, qué información consumen y por qué, qué cosas les atraen, en qué creen, a qué aspiran. ¿Pueden estas personas aceptar que todo eso no sea cierto? ¿Quieren?

Los pulpines que marchaban contra la ley que amenazaba con explotarlos ¿marcharían contra la destitución del fiscal de la Nación o de los magistrados progres del TC, o contra la ley que cerró las puertas de la participación política a los movimientos locales, o contra la ley Mulder que pretende ahora cerrarle la puerta a cualquiera que no tenga al menos tres años de militancia en algún partido? ¿Por qué sale a marchar la gente? ¿El Papa? ¿La vida? ¿Por qué?
¿Sabemos en qué país vivimos?

Esto es lo que hay y toca escoger con qué nos aproximamos despertar conciencias: ¿con un discurso que nos gusta y parece perfecto a los mismos cuatro gatos o con uno que funcione con la gente que piensa las cosas en las que creemos son cojudeces, sofisticaciones impertinentes de caviar sueco de la OCDE que quiere poner semáforos con interruptor para peatones en la Av. Abancay? Si primero no reconocemos esto, vamos jodidos.

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