Precarizando el sistema. (Renzo Salazar/Perú21)
Precarizando el sistema. (Renzo Salazar/Perú21)

En el s. XVII, René Descartes y otros filósofos y científicos estaban convencidos de que los animales eran máquinas sin alma. Si le arrancabas una pata a un perro, este no sentía un dolor ni sufrimiento comparable al que sentiría un ser humano al que le hicieran lo mismo. El aullido del animal no era un síntoma de dolor, es como el sonido que haría una cafetera de metal si uno la agarra a martillazos. La “machina animata” no estaba hecha para que le remuevan la pata de un tirón.

Hace muchos años, en un viaje por carretera al norte post reforma agraria, una mujer con una enorme herida ennegrecida en la pierna se nos acercó a pedir limosna en un grifo. Habíamos parado para recargar combustible y estirar las piernas. La mujer cargaba un bebé –asumo que su hijo– y apenas musitaba “ayúdame, mamita; ayúdame, papá”. Yo me le quedé viendo pasmado porque a los 7 u 8 años el pudor son otras cosas. Una de mis tías se me acercó, me tomó del brazo, me llevó al auto, me miró a los ojos y me dijo: “No la mires; si la miras, no se va a ir”. Yo señalé la herida en la pierna de la mujer: “Tranquilo, hijo, a ellos no les duele”.

Veo lo que hacen muchos políticos a espaldas de la gente y el gesto me devuelve la misma sensación de los ejemplos precedentes. “Ojos que no ven, corazón que no siente”: a la gente no le interesan estas cosas y no las entiende, para eso nos escoge a nosotros, para que les ahorremos el trabajo.
Y mientras el Perú se indigna por Guerrero, ¡ZAS!, se tiraron los octógonos de la Ley de Alimentación Saludable. Mientras la congresista Foronda intenta en vano explicar por qué contrató a una ex MRTA como asesora, Mulder insiste en aprobar la ley de comunicaciones a la prepo. Antauro debe estar feliz.

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