Período de gracia. (PikoTamashiro/Perú21)
Período de gracia. (PikoTamashiro/Perú21)

Siempre que alguien asume un cargo público o político, se le concede un período sin demasiadas exigencias para que se ajuste al nuevo puesto: para que se acomode a la silla, se aprenda el nombre de su asistente y se entere de dónde queda el baño y el comedor. En algunas raras ocasiones, eso no sucede y se exigen resultados inmediatos al recién llegado: cuando el cambio se produce dentro de una misma administración o cuando el encargo se asume en medio de una crisis, como es el caso actual. Y no van a poder cumplir.

Son las 5 y media de la tarde. Hace poco más de una hora que juramentó el nuevo gabinete de la reconciliación y ya enfrenta cuestionamientos que van desde la filiación política de algunos ministros que responderían a intereses fuera del Ejecutivo (apristas o –muy recientes– ex apristas –¿eso existe?– o fujimoristas), hasta cosas más graves, como una condena e inhabilitación por asuntos que tienen que ver con el dinero de la Caja de Pensiones Policial Militar durante la época de Vladimiro Montesinos. Nada menos.

Como para compensar la buena decisión que tomó el Congreso en su Pleno extraordinario de prohibir que condenados por corrupción y violación sexual puedan ser elegidos como autoridades y no quedar como los buenos de la película, el mismo Congreso votó en contra de extender la moratoria para la creación de nuevas universidades. Se abrió la puerta para más universidades negocio que estafan a la población utilizando sus propios sueños y esperanzas de movilidad social y bienestar asociado a la educación.

Kenji Fujimori y Marco Arana estuvieron entre quienes piensan –o dicen que piensan– que más universidades es igual a más educación o, peor, más oportunidades. Estas últimas, sin embargo, son para otros. Bien ahí.