Moíses Mamani
Moíses Mamani

Ningún movimiento o partido político nacional con intereses sobre el tablero de juego hoy (o hace tres gobiernos) tiene la capacidad de adelantarse dos o tres jugadas a la coyuntura. Los apristas se adelantan con el diseño y tejido de sus estrategias, sí, pero les ha bastado siempre con una jugada y a veces con media.

Esta cualidad asiste únicamente a algunos pocos individuos, quienes, por lo general, trabajan solos y manteniendo un perfil muy bajo que solo descubren cuando el objetivo ha sido alcanzado, nunca antes y jamás si la estrategia fracasa.

Así visto, no es una sorpresa el que los Mamani-audios no sean el resultado de un brillante plan maquiavélico del keikismo para bajarse a PPK y exponer sus negociados y el de sus ministros para salvarle el cuello. Lo sorprendente sería que hubiera sido un plan.

El que Mamani hubiera hecho la mitad del “trabajo” por su cuenta y riesgo aparece más verosímil, como para probar si lo que le ofrecían en el frente ppkausa bien valía traicionar en grande (llevándose a otros cinco congresistas con él) a Fuerza Popular. Después de todo, Mamani no es del partido y llegó al Congreso como invitado con otros 60 tras un riguroso proceso de selección. Además, la bankada venía desbarrancándose y perdiendo miembros sin que diera la impresión de que pudieran remediarlo. En todo caso, el costo de oportunidad de traicionar a FP no parecía, quizás, en ese momento, tan alto.

Algo pasó después. Quizás tras su desencantada conversación telefónica con el ex gerente de políticas de Sucamec, Fredy Aragón, Mamani se sintió burlado y se dio cuenta, sin proponérselo, de que tenía en sus manos la cabeza del presidente de la República. ¿Cuánto se puede pedir por eso? ¿Más que el margen en algunas obras de infraestructura?
Mañana seguimos.