En nombre de la plata.
En nombre de la plata.

La ley que prohíbe la creación de nuevas universidades ha caducado. Desde ahora, el festival de venta de cartones sin valor podría continuar como hasta hace no demasiado. Y es que el negocio de vender educación es casi tan lucrativo como vender salvación (toma eso, Pancho).

Ya hay varias solicitudes de fundación de nuevas instituciones que pretenden otorgar títulos a nombre de la nación, que son simples mecanismos de estafa que brindan servicios completamente inútiles por precios “módicos”.

La universidad, me decía Martin Wolf, es un centro de mejora de la sociedad. Nada menos que eso. Y es en ese sentido que las universidades, aun aquellas que tienen fines de lucro, no pagan impuestos: porque se supone que los beneficios que reportan a la sociedad superan con creces el dinero que el Estado deja de percibir por esas exoneraciones. ¿Sucede esto con la mayoría de universidades? No.

“Pero se necesitan universidades, la oferta es insuficiente”. Cierto, pero llevar instituciones inútiles es estafar a las personas que legítimamente aspiran a mejorar y a crecer invirtiendo en una carrera universitaria. “El mercado se encargará de eliminarlas”, ¿ah sí? ¿Dentro de cuántos Acuñas? ¿Quién las va a reemplazar? ¿Los Luna?

¿Y si fuera salud? “No hay suficiente oferta, necesitamos más hospitales”. Y entonces van cómicos ambulantes disfrazados de médicos, armados con aspirinas, curitas y placebos, y atienden en un galpón donde no hay baño sino un hueco en el piso. Y cobran por atender y no pagan impuestos.

Algunos se van a morir y otros se van a curar porque así es la vida, pues; luego, cuando la gente se dé cuenta de que la están estafando, el mercado se encargará de… ¿desplazarlos? ¿Eliminarlos? ¿Y los que ya se murieron?Ojalá se vote de nuevo la moratoria. Ojalá. Y ojalá que los congresistas con intereses en esos negocios no voten.