Fábula
Fábula

Había una vez una rana sentada en la orilla de un río, cuando un escorpión se le acercó y le dijo:

—Amiga rana, ¿puedes llevarme sobre tu espalda a la otra orilla del río?
—¿Sobre mi espalda? —contestó la rana— ¡Ni pensarlo! ¡Te conozco! Si te llevo a mi espalda, sacarás tu aguijón, me picarás y me matarás. Así que no, no puede ser.
—No seas tonta —le respondió entonces el escorpión—. ¿No ves que si te pico, te hundirás en el agua y que yo, como no sé nadar, también me ahogaré?
Después de pensárselo un buen rato, la rana se dijo a sí misma:
—Si este escorpión me pica a mitad del río, nos ahogamos los dos. No creo que sea tan tonto.
Y entonces le dijo al escorpión:
—Lo he estado pensando y te voy a ayudar a cruzar el río.
El escorpión trepó sobre la espalda reluciente y resbalosa de la rana y empezaron, juntos, a cruzar el río.
A la mitad del trayecto, donde se formaban los remolinos, el escorpión levantó su aguijón y picó a la rana que, inmediatamente, empezó a hundirse. Mientras la rana luchaba inútilmente por su vida y veía ahogarse al escorpión, le preguntó:
—No entiendo… ¿Por qué lo has hecho? Tú también vas a morir.
Desolado, el escorpión le respondió:
—Lo siento, ranita. No pude evitarlo. No puedo no ser quien soy, es mi naturaleza.
Poco después desaparecieron los dos, el escorpión y la rana, bajo de las aguas del río.

(Esta historia anónima aparentemente data de mediados de la década de 1950).

Así, como para niño de 9 años, señor presidente: nos vamos a hundir todos.

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