PPK
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Las evaluaciones son “algo que no se puede eliminar”, dijo el martes PPK en el V GORE Ejecutivo. Según reportó El Comercio en su editorial de ayer, casi de inmediato, PPK agregó que “quizás algunos cambios se pueden hacer”, para terminar de referirse al tema con un “siempre hay flexibilidad para negociar cosas”. Podría interpretarse como una versión moderna del “estos son mis principios y si no les gustan, tengo otros” de Groucho Marx.
En el mundo financiero y de los negocios internacionales en los que se ha movido buena parte de su vida, PPK no es reconocido por ser un magnífico economista o tecnócrata, nada de eso. Se le reconoce y recuerda por ser un extraordinario hombre de negocios; y algo que ningún buen businessman hace es arrancar una negociación con una posición inamovible. Ah, y muy rara vez dice que algo es definitivamente sí o definitivamente no. ¿Se lee familiar? Debería, porque esto explica un montón de cosas que de otro modo son ininteligibles.

Si algo es definitivo ya no es conversable. Si algo ya no es conversable es porque se cerraron todas las puertas a todas las posibilidades. Es por eso que el presidente recibe a todo el mundo aunque sus ministros hayan dicho que no. Es por eso, también, que PPK es dado a decirle “sí” al que se acaba de ir cuando al que vino más temprano le prometió que le diría que no. Luego arreglamos, lo importante es que no matamos el negocio.

Dejar abiertas todas las puertas que se pueda es parte de esa personalidad que lo ha hecho rico y famoso. Y, quizás, también sea la razón por la que todavía no sabemos cuánto nos va a terminar costando Chinchero o la Línea 2. Un país no es una empresa. No, no es ni debe ser.

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