Ayer decía que uno de los principales logros del terrorismo asesino fue lograr que a una parte nada despreciable de la sociedad le dejara de importar los procesos, los principios y, sobre todo, las instituciones democráticas que sostenían la misma sociedad que el terrorismo intentaba destruir.
En la desesperación por combatirlos empezamos a pensar como ellos: a matarlos como a perros a ellos y a quien se pare en frente; disparar primero y preguntar después: que en comparación con el valor de la paz, el costo es insignificante. Esa era la misma lógica que movilizaba a Guzmán y a sus asesinos: bala y muerte al que se oponga a la lucha popular, cualquier precio a pagar es bajo si se le compara con la reivindicación del pueblo oprimido y explotado.
Hasta nos inventamos un Poder Judicial especial: juicios sumarios con jueces sin rostro que condenaron a cadena perpetua a muchos terroristas, pero también a muchos inocentes a los que se supone que el Estado estaba protegiendo. Juicios populares, Los Cabitos. Zorba el Griego, salita del SIN.
De alguna manera retorcida, todos los gobiernos desde Belaunde en adelante (y en el primero de García) practicaron lo que se podría llamar, sin ningún problema, terrorismo de Estado. Pero el ataque a Canal 2, Tarata y la residencia del embajador japonés estaba aún muy lejos del Perú que, como todos saben, es Lima. “¿Juicio? ¿Tas loco? ¡Mucha vaina! Además, igual después los sueltan. ¡Métele bala no más!”.
PD. Los fujis interpelarán a Martens el mismo día en que Castillo (el profesor devenido en político con lazos con Movadef y que se abrazaba con Becerril) anunció reanudación de la huelga de maestros. Presidente, premier, ¿qué esperan para darse cuenta de que retroceder solo sirve para que los golpeen más?