Cayetana Aljovín asistió a cita en Chile. (EFE)
Cayetana Aljovín asistió a cita en Chile. (EFE)

Ayer, en una entrevista a La República, la canciller Aljovín despejó todas las dudas que pudieran quedar respecto a la naturaleza populista de la desinvitación al dictador Nicolás Maduro a la Cumbre de las Américas.

Aljovín dijo: “La posición que hemos asumido es en defensa de la democracia”. Pero China es una dictadura (muy dura, por lo demás): “No me voy a referir a China, nuestro principal socio comercial. Tenemos magníficas relaciones con China, no solo comerciales sino culturales. Nuestros lazos de amistad vienen desde hace mucho”.

¿Y si Venezuela fuera un importante socio comercial del Perú?: “Eso no incluye, no influye”. La semana pasada, el ministro Giuffra felicitó a Aljovín por la desinvitación con estas palabras: “(…) la dictadura no es bienvenida en el Perú. El abuso del poder jamás será bienvenido en el Perú (…)”.

Veamos. La dictadura no es bienvenida en el Perú a menos que sea de China: a esa hasta la condecoramos. El abuso de poder no es bienvenido en el Perú si se produce en un estado policial como Turquía. ¿Es usted un príncipe multimillonario de Medio Oriente misógino, clasista y violador sistemático de derechos humanos? Venga, que lo recibimos con los brazos abiertos. En Honduras se acaba de perpetrar un fraude electoral denunciado multilateralmente. Cuba está viniendo. No hay desinvitación para ellos ni maquillaje que alcance para tamaño doble estándar.

“¡Pero en Venezuela se mueren de hambre!”. ¿Quiere eso decir que una dictadura solo es mala cuando es un fracaso, pero que si hay plata todo bien? Sí, es exactamente lo que quiere decir. La “democracia” se sigue usando para justificar cualquier arbitrariedad y para intentar aglutinar detrás de una causa a la opinión pública.

Pero hoy, presidente, eso no se lo cree nadie.