Keiko Fujimori, lideresa de FP, convertida en el centro de las críticas del colectivo. (Foto: Renzo Salazar)
Keiko Fujimori, lideresa de FP, convertida en el centro de las críticas del colectivo. (Foto: Renzo Salazar)

No me queda claro quién definiría una elección si no hubiera un Fujimori en la final. ¿Lo que le ofrezco al ciudadano A con su polo de #FujimoriNuncaMás es necesariamente bueno o conveniente para el ciudadano B que está parado a su lado con su cartel de #NoAKeiko? No lo creo, pero no importa tanto. ¿Por qué 17 años después del gobierno de Fujimori tanta gente sigue simpatizando con su franquicia? ¿Qué les dio en las últimas dos décadas mientras no fue gobierno? ¿Qué les dio para que lo esperen tanto tiempo?

Si el voto no fuera obligatorio, ¿cuántos irían a votar? ¿Cuántos pensarían que votar vale la pena o que puede hacer alguna diferencia en sus vidas? ¿Qué haría que se levanten de sus sillas y dejen el televisor para ir a hacer cola para votar?

Creo que ya hace rato las preguntas dejaron de ser ¿qué quieren los ciudadanos? o ¿qué necesitan? Eso es sabido, está recontra medido y todos los candidatos lo ofrecen en todas las campañas. La pregunta es, pienso, ¿cómo hacer para que le crean a uno o a otro? ¿Cuál es el rol de los datos y del prejuicio aquí? En ese orden de ideas, ¿tiene sentido, tiene alguna relevancia que Mendoza se le junte al admirador de Maduro? Yo creo que no. Pero, por supuesto, puedo estar equivocado.

Lo importante es encontrar cómo llegar al electorado con mensajes que vayan más allá del ofrecimiento fácil y efectista –renegociar el TLC, agua para todos, fuera los corruptos– no tanto porque es importante que la gente vote a favor y no siempre en contra y por el mal menor, sino porque necesitamos, como país, reconectar entre nosotros, ser capaces de creernos entre nosotros, reencontrarnos en el otro y dejar de verlo como el sapo que le quiere sacar la vuelta a la ley y solo quiere mi voto para poder llegar al Congreso/Alcaldía/Región y usar el cargo en su propio beneficio porque poner un chifa le salía muy caro. Necesitamos volver a creer.